Mientras cavilo todo eso veo que una de las perras ha conseguido coger al animalito -¿por un pincho? y lo lleva colgando del hocico, ¡Dios!, ¿lo va a comer? pero se le cae y lo deja estar.
Bueno, como no puedo perder toda la mañana con mi National Geographic particular, me olvido del tema y me dedico a mis cosas. Al cabo de unas buenas tres horas, se me ocurre volver a mirar al erizo y allí sigue, hecho una bolita en el mismo sitio, pero...¿qué veo? ¿se mueve? ¡sí!, lentamente asoma su hociquito y -mirando de reojo a los energúmenos de cuatro patas que están a un par de metros- se escabulle entre las plantas. ¡Y yo que quería enterrarlo!. Pero las perras, sobre todo la "labrador", que tienen instinto de caza, se percatan enseguida y empiezan a acosarlo de nuevo. Curiosamente la "golden" le indica por gestos a la otra que se aparte que el erizo es suyo...¡Uf! más National Geographic.
Luego han vuelto los peques del cole: uno me ha dicho que monte guardia en el jardín para que los perros no le hagan daño al erizo; la otra me dice que si le hacemos una casita y lo metemos en casa -¡puaj! comen insectos, ¿quién se los da, eh?-; el pequeñajo ni se acerca porque le da miedo; y yo había pensado dejarlo cuidadosamente al otro lado de la valla, o sea, en la calle, pero no me atrevo: he leído en una página web que sus principales depredadores son los lobos, zorros ¡y los perros grandes!, pero también que mueren a menudo atropellados, pues al reconocer el peligro lo único que saben hacer es hacerse bolita y quedarse quietos, fatal cuando el peligro en cuestión es algo sobre ruedas, menos fatal cuando son un par de animales que tampoco están por la labor de pincharse el hocico.
Cuestión, que de momento somos uno más. Al menos esto es lo que los niños han empezado a contarle a sus vecinitos: ¡Tenemos otra mascota!
El bicho en cuestión es igualito igualito que el de la foto.

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